La guerra con otras armas

Por: Galeb Moussa

En esta era globalizada todo va mutando, la forma de comunicarse, la tecnología, el lenguaje y por supuesto la forma de hacer la guerra también.

No se han dejado las armas, sino que se han sumado otras armas, menos visibles, menos explosivas, pero con la misma o mayor carga letal.

En los últimos años el uso del terrorismo como forma de hacer la guerra, llamada de 4° generación, se viene empleando, es una forma sucia de guerra, es que mercenarios contratados peleen la batalla de los poderosos.

Estados Unidos lo experimentó en Afganistán, Libia y Siria, en las dos primeras salió triunfante, en la última la derrota fue atroz.

Pero esta derrota no se traduce solo por lo ocurrido en el campo de batalla, calcularon mal y permitieron que Rusia halle el hueco perfecto para colarse en la invasión de Siria, poniéndose del lado del país árabe, pero a su vez cuidando sus intereses, como la base naval rusa de Tartús.

Pero allí no termina, sino que recién empieza la derrota de Estados Unidos y sus aliados, ya que Rusia volvió al primer plano internacional de la diplomacia, se erigió nuevamente combatiendo al terrorismo, avalado por los ampulosos argumentos que Estados Unidos le regaló, el tan difundido eslogan de "La lucha contra el Terror".

Claro que no fue gratis para Rusia este resurgimiento como potencia planetaria, en el medio tuvo que atender dos frentes, el de Siria y el que le presentaron en Ucrania, en su propia zona de control, en su patio delantero.

Y volvió a ganar, separó a Crimea de Ucrania y provocó la autonomía del Donbas.

Claramente habían subestimado al comandante ruso, a un experimentado luchador de guerras sórdidas, al líder implacable que es Vladimir Putin.

Un Putin que tiene la habilidad de contemporizar con sus enemigos, al punto que la palabra se difumina, se cubre de interrogantes, se llena de incertidumbres.

Putin dialoga con Turquía, a pesar que los otomanos derribaran un avión ruso y mataran al piloto, Putin dialoga de Siria con Netanyahu en Moscú, al mismo tiempo que ordena no responder a los ataques aéreos israelíes o los misiles lanzados por Estados Unidos.

Putin… Putin… Putin, el hombre de las mil máscaras, el que puede estar en todos lados, al mismo tiempo.

En medio se produce la transición en la presidencia de los Estados Unidos, y Rusia suena otra vez, acusada de manipular las elecciones de Norteamérica, a favor de Donald Trump.

El mismo Donald Trump que inaugura una forma distinta de guerra, la guerra económica, la de cerrar su economía, y de paso aplicar sanciones a quien le parezca.

Turquía, Rusia, Irán y China son sus víctimas preferidas al momento de aplicar embargos, confiscaciones y rotura de tratados internacionales.

Poco le importa a este Trump, que se mueve como elefante en un bazar, que huye para adelante como una topadora, que amenaza y luego retrocede invitando a la diplomacia, como hizo con Corea del Norte e Irán.

Europa no está al margen, mas bien está expectante, la salida de Estados Unidos del tratado nuclear entre el G5+1 e Irán dejó al viejo continente en una disyuntiva; seguir manteniendo el tratado y contener a Irán, o dejarlo para resignarse a ser peón de Norteamérica.

Es que Europa la tiene difícil, sobre todo en invierno, sobre todo en materia de combustible.

El petróleo está en manos de Estados Unidos… o de Irán y Venezuela.

Esta es la manera en que Estados Unidos tiene de rehén a Europa, aunque ya la sede de la Comunidad Europea en Bruselas anunció que las sanciones lanzadas por Norteamérica no tienen efecto en el continente europeo. Pero no hay que olvidar que aún son socios en la OTAN y que el Reino Unido juega por fuera.

Europa se debate entre comerciar directamente con Irán para conseguir petróleo o mendigar a Estados Unidos. Europa depende del gas ruso, y allí no hay muchas opciones, incluso la de sostener a Turquía a pesar que no les guste, ya que los gasoductos pasan por allí.

Dólares, Euros, Rublos, Yuan, monedas que dicen mucho, billetes que luchan una guerra diferente, sin balas, sin bombas, pero que mata igual o más que el fuego de la metralla.

Por: Galeb Moussa / periodista y analista político internacional, especializado en Medio Oriente.