La guerra contra el gobierno sirio ha sido organizada y dirigida por Francia, Gran Bretaña, Turquía y por supuesto, EEUU e Israel, y el destino de Assad habría debido de ser resuelto con prontitud. Pero la guerra ha continuado y las tropas rebeldes han estado regularmente cediendo terreno a veces a costa de grandes pérdidas. El escenario libio no se repetirá.
Ahora debemos considerar las razones de la resistencia siria y las consecuencias de una posible derrota de los mercenarios. Desde un punto de vista estrictamente militar, las potencias imperialistas y sus aliados regionales no han intervenido directamente en Siria. Damasco ha logrado mantener una alta capacidad operacional, lo que presupone una eficiencia tecnológica y un alto nivel de equipamiento.
Y si miramos más de cerca, vemos que el ESL lleva a cabo más una concentración de ataques en algunos puntos (como en Alepo, que ha sido presentado hasta hace poco como el nuevo Bengasi) que una batalla librada a lo largo de una línea del frente. Y los resultados son pobres: no hay territorios “liberados” ni operaciones con el fin de lograr una victoria estratégica. Además, la actuación del ESL ha llevado inversamente a producir un fortalecimiento de los lazos entre el pueblo sirio y el régimen baasista.
Ahora está claro que Siria se ha convertido en algo más que un campo de confrontación militar. La resistencia de un gobierno legítimo frente a una empresa de desestabilización a nivel internacional ha tomado una dimensión que va más allá del marco regional. Fue el Líder de la Revolución iraní, Ali Jamenei, quien dijo que la batalla que hoy se inscribe en el marco de la lucha entre las fuerzas de la Resistencia y la Liberación y las del imperialismo hegemónico. Así se puede decir.
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