Por: Martín Gak
De la consternación frente al silencio conspicuo de la comunidad judía en sus instituciones y representantes en los primeros días de la incursión israelí en Gaza, podemos ahora pasar a un oprobio más profundo frente a la justificación de los actos de barbarie cometidos por Israel sobre la población civil. La discusión política sobre derechos nacionales y soberanías territoriales es irrelevante.
Es también irrelevante quién disparó la primera bala y es deshonesto hacerse eco de aquellos que responsabilizan a Hamas por las muertes civiles en Gaza. O ¿qué es lo que deberíamos contestarle al doctor Abdul Aish cuando se preguntaba en su llanto inconsolable por televisión israelí qué habría hecho para tener que recoger del suelo de su casa los cadáveres de tres de sus hijas? ¿Estas tres jóvenes eran responsables por los actos de Hamas?
¿Qué diríamos si supiéramos que Israel usó fósforo blanco (lo cual parece cada vez más probable) o artillería de 155m en una zona de alta densidad de población en violación de la Convención de Ginebra? Esto es lo que se nos pide justificar: lo injustificable.
Todos los judíos estamos implicados en estos actos porque Israel (y en esto parecen estar de acuerdo con Hamas) en la narrativa del Estado dice actuar como portador y garante del destino histórico judío. No denunciar estas barbaries es hacerse eco de ellas, especialmente cuando son llevadas a cabo en nuestro nombre.
Le rehúso al Estado de Israel autoridad sobre mi identidad cultural, histórica, política o religiosa. Y por sobre todas las cosas, le niego la voz de mi conciencia.
Esta es la hora en la que la comunidad judía de la diáspora, obviando toda demanda de lealtad religiosa o tribal hacia el Estado de Israel, debería recuperar sus intuiciones morales forjadas en la historia de su sufrimiento y demandar la investigación de estos aparentes crímenes de guerra y su eventual persecución en un tribunal internacional. Aún podemos ser la voz de quienes el Estado de Israel ha silenciado y es muy probable que tengamos un deber histórico con todos ellos.
Fuente: http://www.clarin.com/diario/2009/01/23/opinion/o-01845045.htm
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