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Sionismo, callejón sin salida del opresor

Paulo Freire, en su obra Pedagogía de los Oprimidos, advirtió que la opresión crea una dinámica de recicle que deshumaniza no solamente al oprimido, sino también al opresor.
Kim Peterson | México, D.F. | 6-11-2009 a las 22:40 | 94 lecturas

El sionismo es la ideología que despojó a los palestinos de su territorio tradicional. Es la ideología que nuclearizó al Medio Oriente.. Es la ideología cuyo lobby ganó un dominio exorbitante sobre la superpotencia mundial mediante la manipulación del proceso electoral de los Estados Unidos (el ex corresponsal de la BBC y de ITN Alan Hart dice que los norteamericanos judíos ascienden al tres por ciento o menos de la población de los Estados Unidos, pero que aportan cerca del 50 por ciento de los fondos de campaña electoral; el resultado: los norteamericanos sólo pueden escoger entre dos partidos pro-sionistas). Es la ideología que fomenta la inestabilidad y las guerras en el Medio Oriente. Es un ataque que, en cierto nivel, afecta a todo el mundo. He ahí la razón por la cual se debe afrontar al sionismo sin rodeos: para instituir la justicia y restaurar la humanidad de todos los pueblos.
Hart posee las credenciales suficientes como para tratar con el tema del sionismo (especialmente, del sionismo político: de que cierta cantidad de gente no nativa tiene, supuestamente, un derecho divino a una porción de tierra particular, el cual pasa por encima de los derechos de los nativos palestinos), habiendo trabajado por más de tres décadas en la cobertura de la historia que se desarrolla en el Medio Oriente. Mucha de su experiencia es de primera mano. The False Messiah [El mesías falso] es el volumen uno de lo que se planea como una serie de tres volúmenes, Zionism: The Real Enemy of the Jews [Sionismo: el verdadero enemigo de los judíos].
Diseminar información que desafía al inmensamente influyente bloque sionista es difícil. Hart escribió: “…todos en el Reino Unido estaban demasiado temerosos como para publicar este libro, por miedo a ofender demasiado al sionismo y a ser falsamente acusados de promover el antisemitismo: ¡los sionistas acusan a los defensores de los derechos humanos de los palestinos de racismo en contra de quienes abusan de los derechos humanos de los palestinos!
Hart identifica a esto como una táctica difamatoria y farsante, puesto que los árabes son semitas.
Que la moral del sionismo es disputable fue ilustrado con penetración por un intercambio entre Hart y la otrora primer ministro israelí Golda Meir. Hart preguntó a Meir al aire: “¿Dice usted que si alguna vez Israel estuviese en peligro de ser derrotado en el campo de batalla, estaría preparado para derrumbar a la región e incluso al mundo entero junto consigo?”
La pronta respuesta de Meir fue: “Sí, eso es exactamente lo que estoy diciendo”.
¿Cómo se libran los sionistas de sus crímenes contra la humanidad? Hart señala al sufrimiento que los sionistas experimentaron en el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. Ante esto, surge una pregunta obvia: ¿da la victimización derecho a las víctimas para victimizar a otros?
Paulo Freire, en su obra Pedagogía de los Oprimidos, advirtió que la opresión crea una dinámica de recicle que deshumaniza no solamente al oprimido, sino también al opresor. Hart aborda dicha dinámica.

Sionismo y Judaísmo
Hart tiene que cubrir un montón de terreno.
Señala que el sionismo no es el judaísmo. Hart describe al sionismo como unos “(comportamientos) brutales y crueles, alimentados por una pretensión de superioridad moral de grado extraordinario, sin cuidado por la ley ni por las convenciones de derechos humanos internacionales”, los cuales “se burlan de los valores morales y de los valores éticos del judaísmo”.
Hart no profundiza en estos valores morales y éticos del judaísmo, pero deja al lector con la impresión de que el judaísmo es una fe con principios. Sin embargo, las leyes y la moral que subyacen en muchas religiones son a menudo interpretadas con variaciones. El difunto Israel Shahak, profesor de química y activista por la justicia social, en su libro Historia Judía, Religión Judía: el Peso de Tres Mil Años lamentaba que el judaísmo clásico se hubiera subvertido en pos del lucro y de la supremacía judaica. Yo sostengo que ningún pueblo debería ser visto en forma monolítica, tal como tampoco una religión debería ser así considerada.

La Legitimidad del Reclamo Judaico sobre la Tierra Santa
Hart razona que no hay legitimidad alguna en el reclamo de Israel de un “derecho a existir”. Más aún, el reclamo judaico de la Tierra Santa no se sostiene cuando se lo analiza.
El linaje sanguíneo de la mayoría de los judíos israelíes no los vincula con la Tierra Santa. Los ashkenazím provienen de Europa del Este y Central y son conversos al judaísmo. Hart cita las obras de Joseph Reinach, Alfred Lilienthal, Arthur Koestler y Shlomo Sand para bosquejar este caso. La refutación de la judeidad como etnicidad es importante puesto que, citando a Sand, “…ésta alienta la segregación que separa a los judíos de los no-judíos” que permite a los sionistas reclamar a Israel como un estado judío.
Más aún, escribe Hart, los mizrajím (judíos semitas nativos del Medio Oriente) se opusieron fuertemente al sionismo.
Hart se enfoca en dos grupos diferentes de judíos: los judíos de la Haskalá, quienes aspiraban a hacer del lugar en el que vivían su hogar, y los judíos sionistas, quienes luchan por separar a los judíos y los gentiles. Los judíos de la Haskalá se ven a sí mismos bajo amenaza ante una respuesta violenta a los crímenes cometidos por los judíos sionistas.

El Sionismo Temprano
Hart traza un cuadro de la historia del sionismo temprano y de los roles de las figuras sionistas tempranas, tales como el “padre fundador” del sionismo Theodor Herzl, el lobbista clave Jaím Weizmann y el financista del sionismo Lionel de Rothschild.
Hart detalla la colaboración de Gran Bretaña con los sionistas desde Arthur Balfour, cuya carta brindó un pretexto para despojar a los árabes. La artimaña fue tal que Gran Bretaña renegó de su promesa de reconocer la soberanía de sus aliados árabes durante la Primera Guerra Mundial. Gran Bretaña, escribe Hart, sentó las bases para un asalto sionista: “Sin la presencia británica, el sionismo no se hubiese podido introducir en Palestina. Los palestinos hubiesen podido echar por sí mismos a los sionistas”.
Gran Bretaña llegó tan lejos como para declarar la guerra a los palestinos y asesinar a líderes palestinos.
Hasta el final, los judíos sionistas tuvieron la oposición de los judíos de la Haskalá, quienes, tal como demuestra la historia, siempre llevan la de perder. Luego de la Segunda Guerra Mundial, la carta del Holocausto fue efectiva para hacer retroceder a los judíos de la Haskalá.
Aún así, el sionismo ha florecido también entre los judíos que viven en el extranjero. Citando al humanista Lilienthal: los judíos que emigraron llevaron consigo un “complejo de nación”. De acuerdo a Hart, esto “hizo a muchos de ellos susceptibles a la propaganda nacionalista sionista”.
Más tarde, sionistas tales como Menajem Beguin, Ytzjak Shamir y Vladimir Jabotinsly sembrarían el terror para echar a los británicos del Mandato de la Palestina. Hart recurre a la fuente del Memorando Koening, citado por Ralph Schoenman, el cual transparentaba los planes sionistas de terrorismo en contra de los palestinos: “Debemos utilizar el terror, el asesinato, la intimidación, la confiscación de tierra y la suspensión de todos los servicios sociales para librar a la Galilea de su población árabe”.
En la actualidad, Israel, señala Hart, define la legítima resistencia palestina como terrorismo. Sostiene el autor: “…todo pueblo tiene el derecho de utilizar todos los medios, incluyendo la violencia, para resistir una ocupación”.

Estados Unidos y el Sionismo
En tanto que la Gran Bretaña imperial estaba en declive, el imperial Estados Unidos de América estaba en ascenso. Los Estados Unidos tendrían un rol aún mayor en el Medio Oriente.
Hart alaba al presidente Woodrow Wilson, “un verdadero y destacado estadista, un auténtico gigante entre los hombres”. Woodrow estaba aparentemente lisiado respecto de Palestina debido a sus gestiones para la institución de la Liga de las Naciones. Hart culpa a “la Gran Bretaña imperial, al sionismo, a sus aliados en el Congreso (de los Estados Unidos) y a los medios de comunicación; junto con… Francia” por apretar a Wilson respecto de Palestina.
Hart presenta muchos escenarios del tipo de “que hubiese ocurrido si…”. Por ejemplo, cita al funcionario británico John Hope Simpson: “De haberse contentado las autoridades judías con el objetivo original su establecimiento en Palestina —una vida judía sin opresión ni persecución, de acuerdo con las costumbres judías— el hogar nacional no hubiese presentado ninguna dificultad”.
O bien, ¿qué hubiese ocurrido si Franklin Roosevelt no hubiese muerto cuando lo hizo? Hart especula que Roosevelt habría rechazado un estado judío en Palestina.
Hart identifica a los influyentes agentes sionistas en la Casa Blanca, entre otros, a David K. Niles. Si bien Truman es descripto como un presidente que forcejeó con el lobby sionista, tuvo una vulnerabilidad que los sionistas pudieron explotar.

Mordiendo la Mano que Da de Comer
Para los sionistas, los fines justifican los medios. Aún cuando Gran Bretaña preparó el escenario para la inmigración judía hacia Palestina y aún cuando Gran Bretaña estaba en guerra con la Alemania nazi, los sionistas buscaron una posible colaboración con el enemigo de Gran Bretaña y de los judíos. Hart cita al escritor marxista Lenni Brenner, quien develó las negociaciones sionistas con la Alemania nazi. Los sionistas estaban dedicados a frustrar la inmigración judía a cualquier otro lugar que no fuera Palestina y estaban incluso dispuestos a sacrificar vidas judías para llevar adelante la meta de un estado judío en Palestina.
Y fue el terrorismo judío el que obligó a Gran Bretaña a abandonar Palestina.

Sionismo y Terrorismo
El plan sionista era echar a los británicos y luego echar a los palestinos. Hart relata la estrategia del hombre que llegaría a ser el primer Premier de Israel, David Ben Gurion, para quedarse con toda la tierra: generar hechos concretos. El problema con esta estrategia consiste en que si los hechos concretos anteriores pueden ser borrados para establecer los nuevos, ¿qué cosa impedirá que los hechos concretos nuevos sean otra vez creados?
Los métodos para crear tales hechos concretos fueron increíblemente espantosos. La masacre de Deir Yassin es un testimonio histórico de los crímenes de guerra sionistas; “en su propia forma reducida, fue otro holocausto”. La aldea era un “blanco maleable y fácil”; “los carniceros de Deir Yassin” asesinaron a 254 víctimas, principalmente a los viejos, a las mujeres y a los niños. Ciento cuarenta y cinco mujeres fueron asesinadas, 35 de ellas embarazadas. Muchas fueron violadas antes de ser muertas.
Hart cita a Mordejai Nisan, de la Universidad Hebrea de Jerusalén: “Sin terror resulta improbable que se hubiera logrado la independencia judía cuando fue lograda” (el énfasis es de Hart).
Abdul Jader, presentado como un respetado líder de la resistencia palestina, murió al día siguiente de la Masacre de Deir Yassin. La tristeza se abatió sobre el lado palestino. Deir Yassin tuvo su efecto buscado: sembrar temor en los corazones de los palestinos, a lo cual siguió la expulsión.

La Complicidad Árabe e Internacional con el Sionismo
Los palestinos no tuvieron que lidiar solamente con la traición británica; “estaban a merced de la Liga Árabe”, la cual, ante la insistencia británica, mantuvo desarmados a los palestinos, muy en el estilo de como el actual sellado ilegal de los límites de Gaza y el control de los límites de la Ribera Occidental mantienen a los palestinos desarmados bajo la brutal ocupación y el espeluznante despojamiento.
Hart se pregunta: ¿qué hubiese ocurrido si los regimenes árabes de la época hubiesen buscado una alianza con Stalin para derrotar al sionismo? Y especula que Truman podría haberse enfrentado con el sionismo.
Hart señala que la Asamblea General de las Naciones Unidas, desafiando a su propia carta, la cual aboga por los principios de autodeterminación, ayudada por la manipulación sionista (desinformación, soborno, amenazas) habría decretado una partición ilegal del Mandato de la Palestina. No solamente era dicha partición ilegal, sostiene; era también injusta. Los judíos recibieron el 56,4 por ciento de la tierra siendo que representaban el 33 por ciento de la población y eran dueños de sólo el 5,67 por ciento de la misma. La valiosa costa y las áreas fértiles estaban en manos judías, mientras que las áreas montañosas e infértiles fueron dejadas a los palestinos. Hart lo llama “una propuesta de injusticia a escala masiva”.
Finalmente, Truman capituló ante el sionismo y reconoció la partición. Truman había estado sujeto a “un escuadrón de choque de 26 senadores norteamericanos pro-sionistas” sustentados por los votos y el dinero judíos.
El Secretario de Estado de Truman, George Marshall, se resistió al sionismo, poniendo “los intereses nacionales norteamericanos primeros y, dentro de los límites posibles de aquel contexto, haciendo lo que era legal y moralmente correcto”. Oponiéndose junto a Marshall estaba el Secretario de Defensa de los Estados Unidos Vincent Forrestal, quien acaso fuera el más firme oponente de la corruptora influencia del dinero judío sobre el Partido Demócrata de no haber muerto, según Hart, bajo sospechosas circunstancias. Sin embargo, los sionistas tenían acceso a un actor más influyente sobre Truman.
Hart demuestra simpatía por Truman, haciendo notar que había mantenido a raya al lobby sionista hasta que éste descubrió su talón de Aquiles: su buen amigo Eddie Jacobson, un judío no sionista. A través de Jacobson, los sionistas pudieron llegar a Truman.
Parece que Truman, aunque estaba muy molesto por el egoísmo del lobby sionista, cargó con mucha de la responsabilidad por abrir la puerta a la influencia del dinero de los lobbistas. Grant F. Smith, en su libro America's Defense Line [La línea de defensa de Norteamérica], da sustento a dicha opinión: “El registro histórico revela cómo la política de Truman respecto de la cuestión palestina se volvió fuertemente influida por su necesidad de contribuciones para la campaña…” Smith atribuye a Truman el comienzo de una “competencia por ver quién era más ‘pro-Israel’” entre los candidatos presidenciales de los Estados Unidos. Smith presenta evidencia de que Truman fue dominado por “enormes fondos” para su campaña presidencial de 1948, recaudados con la ayuda del archi-sionista Abraham J. Feinberg.
El pedagogo brasilero Freire describió en teoría —sin referirse a ello— lo que subyace en la dinámica sionista-palestina: la dinámica del opresor y del oprimido. Freire sostenía que tanto la opresión como la lucha por librarse de la opresión son igualmente opresivas. La opresión, arguye, es necrofílica. “De hecho, los intereses del opresor residen en ‘cambiar la conciencia del oprimido, y no la situación que los oprime’”.
Para sobreponerse a la dinámica opresor-oprimido, los oprimidos deben verse a sí mismo como agentes del cambio. La revolución requiere solidaridad, y esta, dice Freire, se logra mediante el amor, en la afirmación de la propia humanidad. El acto de rebelión de los oprimidos es un gesto de amor. El deseo de ser humanos salva a los opresores de su propia deshumanización, causada por su opresión de otros seres humanos.
“Son sólo los oprimidos quienes, liberándose a sí mismos, pueden liberar a sus opresores”, escribió Freire.
Muchos judíos de la Haskalá creen que la liberación de todos los judíos vendrá del hecho de que los palestinos logren su propia liberación.
Esto se parece a la dirección en la que se encuentra Hart con su serie Zionism: The Real Enemy of the Jews. Volume o­ne: The False Messiah, es una importante referencia acerca de qué es lo que ha sucedido en el camino hacia y con la formación del estado judío por parte de los sionistas. Aporta una valiosa perspectiva de primera mano, tal como aquella que se halla detrás del dicho de Meir de que no había ningún pueblo palestino.
Hart brinda un rostro humano a algunos de los protagonistas históricos, retratándolos como actores pero ahondando en el carácter de las personas. Es como si Hart procurase humanizar a algunas de las personas que capitularon ante el sionismo.
Sin embargo, no hay razón alguna para que el mal deba aparecer siempre con el disfraz de un demonio. Los humanos vienen en todo formato. Los actos de maldad son malvados independientemente de la apariencia del malhechor. Sí, probablemente sea más sencillo perpetrar actos malvados bajo un disfraz querúbico antes que demoníaco, ¿pero por qué apelar a tales estereotipos?
El libro de Hart es un buen acto, un acto valiente para alguien que proviene de los medios de comunicación estatales británicos. Él dice que tiene que vivir consigo mismo, y es obvio que este libro proviene de un lugar de integridad. Volume o­ne: The False Messiah es un buen augurio para el resto de la serie.

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