MIAMI.- Durante la cobertura de las elecciones, en la noche del pasado 4 de noviembre, CNN se descolgó con una novedad digna de la ciencia ficción: la reportera Jessica Yellin, que se encontraba en la sede de la campaña de Obama, en Chicago, apareció en forma de holograma en los estudios de la cadena en Nueva York, donde fue entrevistada por el conductor Wolf Blitzer.
Toda la escena tenía la atmósfera de un acto de magia y eso es lo que fue: una ilusión. El pretendido holograma no fue tal porque Blitzer nunca vio la imagen de Yellin; sólo la vieron los telespectadores.
El conductor dialogó con un espacio vacío, en tanto que la imagen tridimensional de Yellin fue aplicada a la pantalla de la misma manera que los efectos especiales generados por computadora se incorporan a una película.
Sin ánimo de desestimar la proeza tecnológica, ¿qué sentido tenía estrenarla en un programa periodístico y, más aún, en la noche de las elecciones? El recurso no añadió nada a la información y, por el contrario, centró el interés en el artilugio y no en el contenido.
Obviamente, la CNN quiso asegurarse la mayor audiencia posible para mostrar su nuevo juguete y no le importó incluir un poco de diversión en su cobertura electoral.
Bienvenido al mundo de las verdades relativas. Más que inaugurar una nueva era en el tratamiento de noticias, CNN certificó la defunción de la verdad como condición necesaria del periodismo.
No han sido los primeros, es cierto. De hecho, la alteración de la realidad está tan entrelazada con la historia de la prensa que es un milagro que no hubiera sucumbido antes. Pero tratándose de una organización con la influencia de la CNN, el tramposo holograma sonaba como un réquiem a las aspiraciones de excelencia informativa.
Acosados por la competencia de las nuevas tecnologías, los medios periodísticos convencionales hacen lo que pueden para defender su rentabilidad y, en el intento, no vacilan en manotear recursos propios del mundo del entretenimiento, aun cuando ello signifique adulterar el contenido noticioso.
El fenómeno que más los desconcierta es el de la llamada "blogosfera". Los bloggers se han convertido en un ejército masivo y global, y ya nadie puede ignorar su existencia. Algunos son altamente eficaces y persistentes; otros, abiertamente mentirosos, y la mayoría exhibe una volátil relación con el rigor informativo, todo lo cual hace extremadamente difícil distinguir entre la verdad y la invención.
El caso de Martin Eisenstadt es ilustrativo. Hasta no hace mucho, era considerado un importante asesor de la campaña de McCain y distinguido miembro del Instituto Harding por la Libertad y la Democracia. Sus declaraciones fueron reproducidas por la cadena MSNBC, el diario Los Angeles Times y la revista The New Republic . Fox News lo identificó como la fuente de la sonada historia según la cual Sarah Palin no sabía que Africa era un continente. Su blog , www.eisenstadtgroup.com , lo describe como "un experto en cuestiones militares y políticas de Medio Oriente".
Sólo que Eisenstadt no existe, como tampoco existe su grupo ni el Instituto Harding por la Libertad y la Democracia. Como reveló el jueves The New York Times , se trató de la travesura de dos buscas, Eitan Gorlin y Dan Mirvish, quienes inventaron a Eisenstadt con la declarada intención de convertirlo en el personaje de una serie de televisión que procuraban vender.
Súbitamente, nadie sabe qué es cierto y qué no lo es. Los gobiernos y los políticos aportan su generosa dosis de engaño y una legión de expertos diseñadores se divierten alterando fotografías y videos que luego cuelgan en YouTube como si se tratase de documentos.
Esta progresiva pérdida en la credibilidad de la prensa está generando un extendido cinismo en el público. La mejor prueba de esto son los foros en los periódicos online , en los que los participantes se enfervorizan con argumentos distorsionados y reclaman un protagonismo que la realidad les niega.
La tendencia no muestra signos de contención, sino todo lo contrario. Mientras el entretenimiento es rey, la verdad se está volviendo tan aleatoria que pronto resultará irrelevante.
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